Reseña: La vida es un paso hacia la muerte

Autora: Cuquis Sandoval Olivas

Escribir sobre Isabel Allende fue una experiencia muy enriquecedora, un paso gigantesco de la lectura a la descripción personal que sus páginas dejaron impresas en mi percepción y significado. Abordar el contexto histórico donde su producción literaria se ha gestado; porque su pluma ha permitido que florezca Chile y Latinoamérica a nivel internacional; tiene 24 libros en su haber que han sido traducidos a más de 42 idiomas, producto de su preparación literaria y académica, la herencia genética, la cuna que le cobijó, y los múltiples viajes que hizo alrededor del mundo.


Isabel nace en Chile en 1942 bajo el amparo de una notable posición económica y social dentro de su entorno familiar; desde muy joven destacó como periodista, haciendo cuestionamientos sobre las costumbres prevalecientes de esa época, sobre todo en lo concerniente al papel pasivo e invisible de la mujer dentro de la vida pública.


Su cercano parentesco y convivencia con Salvador Allende «médico cirujano de formación, político socialista de convicción y presidente de Chile por elección» le permite incursionar en el ámbito de la política de ese momento, por lo que sus escritos están plegados de las memorias y sucesos detonantes de 1973, cuando se produjo el golpe de estado y de los 17 años subsecuentes, de dictadura, exilio, privatización de la seguridad social, violencia a los derechos humanos, entre otras barbaries que se cometieron cuando estaba a mando el General Augusto Pinochet.


Este libro inicia en 1991, cuando su hija Paula de escasos 27 años, enferma gravemente de «porfiria», y cae en el sopor del coma, sueño profundo del que no logró despertar a pesar de los exhaustivos cuidados médicos y distintos tratamientos alternativos que su madre le prodigó, desde oraciones, brujerías, agujas de acupuntura, y el inmenso cuidado de amor maternal, de su esposo, hermano, abuelos y familia en general.


Su madre, con la esperanza de que un día despertara, empieza a escribir en su cuaderno su historia familiar, con un lenguaje sencillo, como si le estuviese platicando los eventos cronológicamente, aunque de pronto, presenta «flashbacks» o saltos en el tiempo propiciados por las imágenes del recuerdo agolpado en el pensamiento. Como una especie de bálsamo de sanación, escribe una carta diaria a su madre, donde narra con lujo de detalle lo que está sucediendo; estas misivas se convierten en un compendio descriptivo de emociones y sentimientos, a la vez que son un paño de lágrimas, un pozo de esperanzas, que podía agitarse y ponerse turbulento, pero siempre volvía la claridad al pensar que había un mañana y mejores pronósticos para Paula.


La protagonista principal es la misma autora, narra su historia, sus mundos mágicos cubiertos de ciencias esotéricas, supersticiones, hechicería, fantasmas, voces del más allá; es la niña que crece en «La casa de los espíritus», es la joven con un mundo de ideas en su cabeza, quien encuentra el amor, se casa, procrea dos hijos y al paso del tiempo pierde el encanto del enamoramiento e incurre en infidelidades; es una mujer que conoció el mundo, viajando y viviendo en Viena, Venezuela, Bolivia, Argentina, Rumania, Bélgica, Holanda, entre otros. En sus pasajes describe encuentros, diálogos y convivencias con Pablo Neruda, así como el triste episodio de su muerte.


Este libro un compendio de amor maternal, un desprendimiento de la persona y sus compromisos y obligaciones profesionales para dedicarse en cuerpo y alma al cuidado de su hija; un buscar continuo de esa luz esperanzadora de recuperación; un compás de lucidez ante los silencios de la enfermedad, de los pasillos de un hospital, de estar en constante cercanía con la muerte.


Siendo así, como la escritura se convierte en esa sinergia de viajes al interior, para convertirse en palabras que al irse hilando fueron tejiendo esta historia de vida.


La escritura tiene ese poder de ser un traje a la medida de quien lo lee. Encontré algunas similitudes de esta gran escritora con mi persona, como el hecho de que Paula nació en 1963 igual que yo, que fallece en diciembre de 1992, año en que nace mi primera nieta Odetthe Griseld y mes en el que fallece, diez años más tarde. Su renuencia a aceptar su partida, la búsqueda incansable de remedios y alternativas, su inmenso dolor al desprenderse de ese ser tan amado; circunstancias que nos hermanan, porque mi nieta padeció por dos años un cáncer sinovial muy agresivo, que fue mermando todas sus capacidades físicas.


Su forma de narrar, le ha hecho acreedora a múltiples premios y reconocimientos. El principal, desde mi punto de vista, es la satisfacción personal al dejar un legado de su historia familiar y de su país, para que pueda ser reconocido y recordado por el mundo entero.

Pin It on Pinterest

Comparte esto

Podría ser útil para tus amigos