Vida que recorre las vidas como fantasma entre las casas y las fiestas,
tomando verbos de los árboles y recogiendo adjetivos de entre los caminos.

Los días se pasan dejando todos un verso en la almohada,
y la cobija del poeta es una manta con letras escarchadas que se van en su piel por la mañana.

Se van esparciendo las letras y las hijas de las letras en las oficinas, en las plazas, en los conciertos, y en las carreteras.

El poeta siempre lleva una noche de luna en su mochila y un puñado de sueños en los bolsillos.

Se detiene en los cafés y se presta a la plática del alma, a la interpretación de los rostros desconocidos.

Su familia son los sonetos; sus hijos los acrósticos casuales.

Este es el poeta errante; el poeta mestizo.

Al otro lado del océano se escucha la poesía por las calles, allá en las tierras blancas.

Es el poeta errante un extranjero entre los bailes tropicales.

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