por José Luis Ortiz Güell de España
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En una época donde la palabra se desvanece en el bullicio y las prisas, la voz de Carlos Hugo Garrido Chalén resuena como un faro de conciencia clara. Su discurso, en la Primera Cumbre Hispano Mundial de Escritores por la Paz con Justicia Total, no era simplemente un cierre sino que, más bien, fue un comienzo. Un llamado muy hondo para revitalizar la literatura con su esencia divina, devolverle al arte su tarea más importante: curar el alma del mundo.
Garrido Chalén, no hablaba desde una retórica vacia, si no desde la revelación misma. Su visión, entrelazada entre el pensamiento poético y una lucidez filosófica profunda, nos recordó que la literatura no es un adorno cultural, si no, es su raíz sagrada. «La poesía es el ADN de Dios aquí, entre nosotros» afirmó con esa certidumbre que tienen los que han logrado mirar más allá del espejo.
Con esas palabras, reclamó el poder creativo del verbo, un acto divino, cual puente entre lo humano y lo eterno.
Cuando Garrido Chalén habla sobre poesía, no se limita a simples versos. Él describe una manera de observar el universo. «Los poetas creamos de la nada», afirma, y en esa nada reside la plenitud. Esa «nada» no es un vacio, es el principio: la tierra donde florece la palabra salvadora. En su mensaje, el autor peruano entrelaza lo espiritual y lo social, nos recuerda que el arte no es ajeno a la injusticia.
Porque si la poesía es amor en su forma creadora, también es denuncia, consciencia, y esperanza. Por eso, su llamada no fue un eco estético, si no, un grito ético.
Garrido Chalén, sin temor, declara la verdad: el mundo enfrenta una crisis de valores que afecta las estructuras de poder y las fibras del alma humana. En su análisis, se mezcla ternura y coraje. Él reconoce, que la humanidad ha avanzado científicamente, pero se ha quedado atrás moralmente. Que los logros tecnológicos se ven empañados por la deshonestidad, la corrupción y la falta de propósito.
Así, apela a los escritores, artistas, y educadores del mundo para que rehagan el entramado ético social, mediante las palabras, el arte, y la educación. En su discurso central, palpita una oferta tan sencilla cual es audaz: el Contrato Moral. No es un documento legal; sino un acuerdo moral que anima a reformar las instituciones desde la ética. Garrido Chalén, junto con la Dra. Jeanette Tiburcio Márquez, promueve una educación que, lejos de sólo enseñar, debe transformar. Que no solo instruya a los niños y jóvenes, sino que les enseñe a ser
El Contrato Moral exige que cada hogar, colegio y universidad asuma la tarea de crear individuos completos, hábiles para combinar el conocimiento y la virtud. Es un grito imperioso en una época de vasta erudición, sin embargo, de poca sabiduría. Por consiguiente, la literatura se convierte en una herramienta didáctica y espiritual. Garrido Chalén insta a devolver al lenguaje su poder curativo, y su aptitud para reconciliar al hombre con su camino.
La literatura dice es una herramienta esencial para robustecer el alma de las sociedades y proteger los derechos humanos. Su voz nos hace ver que escribir tambien es un acto de servicio.
El lema de la cumbre, «Paz con justicia completa», no es solo una frase diplomática, es un manera de ver el mundo. Garrido Chalén señala la hipocresía de quienes hablan de paz a la vez que permiten la miseria, el hambre, y la desigualdad. «La paz sin justicia social es una afrenta a la humanidad», señala con la fuerza de alguien que no tiene miedo de incomodar.
Su discurso, presentado en Manizales, Colombia, convierte la poesía en una herramienta de denuncia y conmoción. Con datos y dolor, nos recuerda que muchos niños mueren anualmente por hambre, mientras la indiferencia se viste de pacifismo. Su palabra entonces es tanto espada como consuelo: espada contra la indiferencia, consuelo para los desfavorecidos.
Al mencionar a Eduardo Galeano y a Sanjuana Martínez, Garrido Chalén abre una colección de voces que muestran a los que el mundo olvida: «los nadie», «los sin nombre», «los olvidados».
En ellos, la poesía encuentra su destino supremo, regresando rostro, voz, dignidad, a los anonimatos que el sistema condenó. Sin embargo, su mensaje viaja más lejos aún. No se queda estancada en el sufrimiento humano, se proyecta, abogando por la vida en cada manifestación. El poeta condena la destrucción ambiental, la minería insensata, la polución de ríos y la extinción de la fauna. Y no es un discurso técnico, más bien nace de la ética del asombro. «¿Qué dejaremos a nuestros descendientes?» interroga, un eco que vibra, más allá de las cumbres. La idea es clara: los escritores deberían ser celadores de la belleza y la verdad, protectores de la naturaleza y la justicia. El arte, insiste, no debe ser simple contemplación, sino un compromiso activo con la existencia. En ese sentido, Garrido Chalén materializa una nueva dimensión de liderazgo cultural: el poeta que instruye, el intelectual en acción, el artista que eleva plegarias a través de la escritura.
En un instante imborrable de su arenga, Garrido Chalén evoca a Eduardo Galeano, pintando el absurdo moderno un «mundo al revés» ¡vaya! donde la honradez es penalizada y la corrupción, alabada. Aquella estampa, tan poética cual verdadera, condensa el dictamen de nuestro tiempo una inversión de valores.
Sin embargo, Garrido Chalén no se amilana en el reproche. Con una esperanza clarividente, pregona la urgencia de una «contraescuela» un bastión de resistencia espiritual; donde la instrucción, las bellas artes y la literatura sean los cimientos para una humanidad en paz consigo misma.
Contra el abatimiento, su voz es el antídoto. Ante el cinismo, ofrece ternura. Contra la apatía, su compromiso. Su discurso no anhela confortar: ambiciona despertar.
El artífice de la Unión Hispano Mundial de Escritores, no sólo habla en nombre de una entidad presente en más de 140 naciones. Habla como mensajero de una encomienda: la de emplear la palabra como instrumento de cambio. «Los poetas debemos conquistar el mundo con nuestros poemas siempre con modestia» comenta. En esa humildad reside su nobleza.
Garrido Chalén ve la literatura como una acto de fe, un acto puro. Escribir, es creer en el bien; confia, en que la belleza le ganará a la barbarie, por seguro. Su obra y su liderazgo testifican que la palabra, si emerge del amor y la conciencia, sí tiene el poder de cambiar la historia.
En un planeta dónde el egoísmo y la indiferencia, intentan asfixiar la esperanza, la voz de Garrido Chalén representa la memoria de lo esencial. Nos recuerda, que no hay civilización sin arte, ni progreso sin ética, ni paz, sin justicia. Su discurso no es sólo de los escritores, pertenece a todos, aún creen en la dignidad humana, créeme.
Hoy, homenajear a Carlos Hugo Garrido Chalén es mucho mas, que honrar a un poeta, ¿Sabes?. Es reconocer a un arquitecto de conciencia, alguien construye puentes entre la palabra y la acción, entre la belleza y la verdad, con fervor. Su legado no es una simple página, es un camino bien largo.
En sus palabras, «la literatura es la manera, más inequívoca de desatarlo todo y de armar hasta lo que no puede, la vida» vaya.
He aquí el resultado:
Y eso mismo lo llevo acabo: despertar lo que dormía en la humanidad, para reconstruirla con la fuerza de la luz.
Información de citado
José Luis Ortiz Güell, 21/11/2025, Carlos Hugo Garrido Chalén: La palabra que despierta a la humanidad, Blog de Panamá Poético https://panamapoetico.com/blogSobre el autor y el traductor de la nota
Escritor, guionista, columnista internacional , nacido en Zaragoza, España, en 1967 amante de la verdad y de la palabra.