Reseña: El laberinto de la soledad

Autora: Cuquis Sandoval Olivas

Ensayo escrito por el mexicano Octavio Paz (1914-1998), quien obtuvo el premio nobel de literatura en 1990. Desde muy joven se distinguió por su pasión por las letras, su madre de descendencia española y su padre, un general del ejército que participó en la revolución mexicana al lado del caudillo del Sur, Emiliano Zapata.


Octavio dejó las carreras de Derecho y Filosofía truncas, pero empezó a escribir y publicar su poesía desde que tenía 17 años de edad. Viajaba constantemente al extranjero y precisamente fue durante su estancia en Estados Unidos, cuando empieza a escribir este magno ensayo de 96 cuartillas.


Con un alto contenido filosófico y un respaldo académico y literario sustentado por las lecturas, el dominio del lenguaje y ambientes intelectuales con los que se desarrolló, inicia el escrutinio de la identidad nacional, respaldado en el conocimiento del entorno contextual prevaleciente a mediados del siglo XX y de la historicidad que fundamenta el Ser y Hacer del mexicano.


El título hace gala a esta concepción imperante: “El mexicano siempre está lejos, lejos del mundo y de sí mismo”. Al ser solitario, se refugia en las fiestas y las reuniones públicas. “Cualquier pretexto es bueno para interrumpir la marcha del tiempo”. “Las marchas modernas, son aglomeraciones de solitarios”; porque la fiesta es embriaguez que arroja al vacío. En este ensayo filosófico se encuentran páginas plagadas de poesía en prosa, ya que como él mismo aseveraba, que “las palabras tienen sonidos, armonías, ritmos, por lo que es importante aprender a leerlas con los oídos”.


El mexicano y su mexicanidad se definen como ruptura y negación, hay luchas constantes contra entidades imaginarias y los vestigios del pasado, por la doble influencia indígena y española.


Está dividido en VIII capítulos que de alguna manera presentan al lector una línea del tiempo; el primero hace alusión “al pachuco”, explicando que son mexicanos que generalmente radican en el Sur de Estados Unidos y que se caracterizan por su vestimenta, rebeldía, negación y contradicciones.


El capítulo segundo lo denomina “Máscaras mexicanas”, para retratar la idiosincrasia, lo que se trata de ocultar a la vista de los demás, el encerrarse en sí mismos para que no afloren los sentimientos, porque una de las características principales adjudicadas es que el mexicano no sabe rajarse, entendiendo esta expresión como el no mostrar debilidad o darse por vencido.


El tercero “Día de los muertos” alude a una de las celebraciones más importantes, el reencuentro con los espíritus y el retorno de las almas de nuestros deudos, para convivir en esos días especiales. Las flores, comida, altares, música, colorido, adornos, plegarias, catrinas, desfiles, calaveritas, todo se conjuga en esta magna celebración.
El cuarto, “Los hijos de la Malinche”, reflexiona sobre el estigma de inferioridad del mexicano quien sigue cargando ese sentimiento derivado de la conquista, la independencia, la invasión francesa y estadounidense y los objetivos incumplidos de la revolución; su respuesta ante la violencia, las injusticias, el abuso sistemático de poder y los atropellos que se han cometido.
El quinto, es sobre “La conquista y colonia”

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