Poema: Poema en quince cantos -Fragmento-

Autora: Giovanna Benedetti

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I
De estas épocas apenas reveladas
se dirá que no había acuerdo entre nosotros, los insomnes. Que cada quien vivía el pronóstico del día sobre la víspera; que pasábamos de la noche al cuerpo, sin ser vistos;
que nos ganaba la costumbre de esperar la lejanía
y que flotábamos como objetos no asidos a la tierra con el eterno resplandor de una mente sin recuerdos.

Se creerá que simulábamos fantásticas criaturas navegando por imágenes de estuarios y ballenas.
Que propiciábamos demonios que nos hacían perder el sueño dando ascenso a las tertulias vagabundas de la aurora.
Y que no obstante despertábamos, de pie e hipnotizados sin que nadie nos diera palmaditas en la frente; recortando calendarios, papeles y fotografías
para poder saciar la sed que daba de beber a nuestras lágrimas.

II
Pensarán que inventábamos países de juguetería calcando en relieve mapas de territorios prohibidos. Que redondeábamos los riscos de coral, los farallones con crípticas arboladuras, por imposibles dominios.
Y se nos hará lucir las galas de los amantes vencidos acusados de una suerte de incoherencia delictiva:
de hacernos guiños falsos en la paradoja del olvido atrapando las caricias subitáneas del desvelo
que se caen de su estatura y no se quiebran.

Y se hablará de encantamientos: que hubo pacto, maleficio.
Que traíamos ya indispuestas las líneas de las manos y una cartilla de deudas en expansión perpetua.
Que nos habíamos hecho prófugas de nuestras pobres narrativas
fermentando como espuma la fatiga de los vientos.
Y que atrapadas como estábamos entre el río y su turbulencia
discurríamos hacia arriba, alrededor, sin punto fijo: (como esas necias crónicas viajeras del paisaje
que se acercan por detrás huyendo de los riesgos).

III
Hechos custodias
del verbo y cómplices de sus esquemas
se creerá que profanábamos los números del término. Que le colgábamos adjetivos persistentes al silencio en ansia de durar más de un momento.
Y que si a ratos
despegaban los columpios de la carne
(y nos daba por robar la claridad a los sabuesos) le oponíamos las fragancias obsesivas del misterio
con la angustia bien ceñida a las costuras de la calle para impedir que la humedad
se abriese paso sobre el verso.

IV
La memoria es una lenta caravana de consignas. Una mano extendida que separa las aguas.
Una trampilla de paso. Una ficción del cántaro. Una caja de reliquias que sobrevive al cálculo. Una opinión que afina la velocidad de la mirada. Una noria que da vueltas undívaga y portátil.
Un barco que se desliza por un mar de abecedarios sobre esa incertidumbre fraticida del olvido
donde ya no coinciden ni los días ni las palabras; y los sucesos se depuran de la sal en sus cornisas y los héroes se desploman y caen sobre sus astas tumbados a banderillazos o envejecidos de súbito.

Después de los objetos, 2018-19, Música para las fieras, 2014

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