Poema: 9
Autora: Corina Rueda Borrero
He zurcido espinas en mi vientre.
No quiero que la ciencia me engañe con remedios
y prefiero sepultar mis deberes en gajos de fruta rancia.
Pasé tanto tiempo huyendo de mí misma,
pero luego de enterrarme con mis propias uñas,
soy consciente que no me pertenezco.
Soy en realidad esa cueva a la que temo,
en su lecho me espanto
y escarbo sin encontrar el fondo
donde se descomponen mis intenciones
entre comején y cucarachas.
Ellas ahora se convierten en mis pretextos,
las veo secarse en una bahía
donde he dejado las sensaciones que una vez me reivindicaron,
pero hoy solo saben cubrirme en un enjambre de ofensas
anunciando la hora en que mi cuerpo sea arrojado
a la mazmorra
de aguas hirientes.
Me sumerjo en el punto exacto de las sombras,
me abrazo a la podredumbre correspondida
y decido voluntariamente renunciar a la luna
porque no pretendo luchar por su alcance.
De todas formas,
hay rasguños cercenando mi espalda,
le atribuyen memoria a mi violencia,
se hacen opacos con el frío que me recorre
y desalojan las crónicas de mis muertos.
Hay manos rodeándome el cuerpo,
una parte mía insiste en que debo confiar para curarme,
pero las cadenas halan mis miedos,
y me contemplan entumida en el incendio de la noche.
–Extraído de Las paredes no acaban (Inédito, Segundo lugar de Premio Municipal de Poesía León A. Soto 2019)–
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