Juan Benito Rodríguez Manzanares

  • Poeta español

Poemas

Yo soy así

Lo eres todo, mujer

Un amigo de verdad

Estío en la costa de España

Palabras de paz

Seminario: Ama oír animes

A la rima Jotabé

Relatos

Facelook

            Relato ganador en el concurso de Relatos cortos organizado por la editorial Kit-book. 2010.

            Nunca hubiera imaginado lo que aquel día ocurriría ante mis ojos… fue todo tan rápido que aún hoy sucumbo y lloro impotente ante tal desolación, pero realmente no puedo hacer otra cosa.

            Desde que a través de un buen amigo conocí Facelook, pues me convidó a crearme una cuenta en él, fue como si mi vida hubiera cambiado, no, no es correcta esa explicación, fue como si toda mi vida hubiera comenzado a girar en torno a Facelook… ¡Je! Mi madre me llamaba para cualquier menester y contestaba, “en cuanto acabe de ver mi Facelook”, mis amigas me llamaban para salir y cada vez más a menudo les respondía una cosa así como, “he quedado en el Facelook para hablar con…”, con quien fuera, daba igual, Facelook y todo lo que este maldito programa ofrecía, cada vez más aplicaciones y de mejor calidad, me aferraban al teclado y la pantalla de mi ordenador como unos grilletes aferran a su reo a la más fría y cruel mazmorra… ¡Pero me gustaba, y cómo me gustaba!

            Vero era una joven adolescente que comenzó a disfrutar de los jueguecillos que Facelook ofrecía, pero de lo que más disfrutaba era de poder hablar con personas que no conocía y que seguro nunca iba a conocer, amparada por ese anonimato que le ofrecía la pantalla de su ordenador, pues conocedora de cuantas malas informaciones circulaban sobre las redes sociales, en su registro la única información que ofreció correcta fue su correo electrónico, pero cuando registró este en otra web tampoco dio sus datos personales correctos… ¡Había vencido al sistema de posibles escuchas e intrusiones que pudieran conducir a algún caco a acudir a su residencia para que atracarla! ¡Siempre daba gracias por ser tan lista!

            Su deriva por Facelook la llevó a completar ciclos enteros, los cuales para la mayoría de las personas hubiera sido todo un mundo, en un tiempo record. No se inyectaba el Facelook en las venas porque no podía hacerlo, pero para la joven se convirtió en una verdadera droga. ¡Necesitaba más! Así que aún a pesar de contradecir todas las indicaciones y consejos de sus progenitores, encubierta por el seudónimo de ‘Epidemia salvaje’ y con un avatar constituido por un ojo ensangrentado en primer plano que extrajo de una antigua película de vampiros, comenzó a flirtear tanto con chicas como con chicos, sin importarles la edad, la condición social, la religión… todo valía para pasar un buen rato. Había veces que se asustaba de lo retorcida que había llegado a ser en poco tiempo, cambiando no sólo sus hábitos sociales sino su intrínseca manera de ser. No tardó en conocer a personas de todas las nacionalidades y condiciones, intentaba intimar con ellos y con ellas hasta donde los límites de la moralidad del otro facelookero/a le dejaban hacerlo.

            – ¡Vaya! Otro que me ha quitado de su lista de amigos… ¡Estrecho de mierda! Será que Facelook no es ancho y con víctimas potenciales donde poder elegir. –Rió.

            Sus amistades iban entrando y saliendo de su lista de Facelook con tal rapidez que incluso llegó a pensar en cerrar esa cuenta y mantener las otras seis que tenía con diferentes personalidades y avatares, pero algo muy significativo hizo que una tarde de un invierno que nunca sería igual a los demás la hiciera cambiar de pensamiento, sumiéndola aún más en las profundidades de una aplicación a la cual nunca se le veía el fondo.

            – Si viviéramos en la misma ciudad me gustaría mucho conocerte.

            – Yo sé que te llamas José, pero ¿cómo sé que eso es cierto y no eres una mujer, o un abuelo o abuela en lugar de tener los 31 años que dices tener? O ¿Cómo se que eres blanco o blanca y dentista? ¿Dentista? Igual eres chino o china y te dedicas a la trata de blancas…

            – Te puedo asegurar que no, has de creértelo porque sí, no puedo hacer otra cosa para demostrártelo… Además, yo estoy en la misma situación que tú, tampoco sé si eres como muestra la poca información que muestras en tu perfil y también albergo las mismas dudas… o más… pero me siento a gusto cuando ‘chateo’ contigo y me gustaría conocerte… al margen de que puedas tener esos 26 años que me dijiste ayer.

            – Me lo pienso y te contesto. ¿Vale?

            Le faltó tiempo a Vero para mirar el perfil de “José Pensado”. Vivía en su misma ciudad y sin saber muy bien porqué un hormigueo le recorrió todo su adolescente cuerpo. Esa sesión de Facelook fue interrumpida por la ‘insoportable’ voz de su padre que la llamaba a cenar por sesta vez, advirtiéndola que la cena ya estaría fría y que no se la iban a recalentar.

“¡Como si eso me importara!” –Pensó.

            Al breve lapsus de la cena le siguió una nueva sesión de Facelook que como solía ser habitual en los fines de semana, duraba hasta altas horas de la madrugada, cuando ya lo ojos no podían mantener los párpados abiertos y una nube que no sabía definir envolvía su entendimiento. No obstante más de una noche y más de dos se hubo despertado dormida con la cabeza apoyada en el teclado mientas este emitía un extraño y agudo pitido intermitente.

            El día siguiente no hubiera sido demasiado diferente a los anteriores si la semilla que plantó José Pensado en su cerebro no hubiera germinado durante aquella noche. Aún no se había lavabo la cara cuando ya se había conectado a Facelook.

            – ¡Ochenta y tres mensajes! ¡Soy más popular que Beyonce! –Rió complacida.

            Comenzó a contestar los múltiples mensajes mientras en su cabeza rondaba y maduraba la idea de quedar con algún chaval, pues se dio verdadera cuenta de que resultaba muy fácil poder conocer a gente nueva y así ampliar sus horizontes, pues… los amigos de su barrio y su instituto, comenzaban a quedarse atrás, pequeños, siempre pensando en las mismas cosas de quinceañeros, siempre pensando en hacer cosas insulsas que no les confería ningún atractivo. Comenzaba a sentir la necesidad interior de frecuentar algún lugar sugerente donde poder dar rienda suelta a todo y cuanto se iba acumulando en su interior.

            Así, en los días siguientes siguió dedicándose con más énfasis si cabía, a flirtear con cualquier facelookero/a que pusiera en su perfil que vivía en su misma ciudad, realizándoles preguntas más o menos encubiertas que les obligara a declarar abiertamente la veracidad de lo que ponían en su perfil. Pasaron unas semanas en las que su máximo entretenimiento era sonsacar a todo aquel que se cruzaba en su Facelook. ¡El morbo crecía en ella como una enredadera que la oprimiera hasta ahogar su razonamiento en una espiral de incoherencias!

            – ¡Pero si este es mi vecino de arriba! ¡Qué ‘pringado’! ¡Será idiota! Pues no me dice que tiene un musculoso cuerpo y un tono de piel curtido por el sol del pasado verano… ¡Como si no supiera que a pesar de estar yendo al gimnasio ya dos años tiene más barriga que Buda y su color su piel recuerda más al de la mostaza que otra cosa! –Rió nerviosamente.

            Sin ser consciente de ello, su barrigón vecino le abrió de par en par la puerta a un nuevo campo de la mentira, que unida a la proposición de José Pensado hizo un extraño cóctel en su mente que le absorbió lo poco que de raciocinio le quedaba.

            Siguió madurando un siniestro plan mientras retomó las conversaciones con José Pensado, joven dentista perteneciente a una familia acomodada y amante de la poesía que aún no llegando a mostrar inclinaciones homosexuales, no se alejaba demasiado de ellas. Mientras iba cerrando amistades con diversas personas. Un joven gótico, ‘Pelayo Giga’, cuya única meta en la vida era el amor y el sexo, ¡cómo hubiera disfrutado en la década de 1960-70! Una joven cajera, casada con un alcohólico que siempre que se encontraba sobrio la colmada de reglaos. Un joven de tendencia homofóbica, antisemítica, racista y amigo de todas las fobias que pudieran separarlo de su ideal de una raza aria, el cual usaba como ‘nick’, ‘Führer’. Ariel, un camionero que buscaba un ‘amor en cada puerto’ para paliar la soledad de la carretera y alguna que otra joya de las más extravagantes que pululaban en Facelook.

            Con todos ellos y muchos más del mismo corte, compartía largas sesiones sin que sus padres ni sus amigos del instituto sospecharan lo más mínimo de sus actividades facelookeras. ¡Si por lo menos hubiera bajado el rendimiento en sus estudios, hubiera dado pie a sus seres más allegados a sospechar alguna cosa extraña!, pero no era así, muy al contrario de eso, su rendimiento en sus estudios iba en alza pues las largas sesiones de Facelook eran como su inyección de vitaminas diaria que la empujaban a mantener un nivel educativo y social que no levantara ningún tipo de sospecha. ¡Incluso había dejado de protestar tan insistentemente como solía hacerlo cuando sus padres la hacían acudir los domingos a la misa matinal de la parroquia de su barrio!

            Indudablemente a ojos de sus padres, estaba convirtiéndose de nuevo en la hija que siempre hubieron querido ver en ella.

            Pasaron varias semanas en las cuales dio verdadera forma a su plan hasta que al fin creyó que hubo llegado el día de ponerlo en práctica.

            – José cielo. Nos vemos el domingo próximo a las 13:00 horas frente a la iglesia de los Santos Inocentes, en la farola de la esquina que da al parque, lleva una rosa roja en la mano para que pueda reconocerte, yo llevaré un pin con la imagen de un águila. ¡Ardo en deseos de conocerte! ¡Un besazo!

            – ‘Fuhrer’. No sé cómo he podido pasar tantos años sin estar contigo… ¡Cómo me pones! Nos vemos el domingo próximo a las 13:00 horas frente a la iglesia de los Santos Inocentes, en la farola de la esquina que da al parque, lleva la Reichsadler* en la solapa de la ‘chupa’ para que pueda reconocerte, yo llevaré una rosa roja en la mano. ¡No me falles, pues no sé lo que haría si lo hicieras!

            Ambos jóvenes contestaron afirmativamente a la llamada de Vero con todas sus hormonas bailando la danza del coito. La joven por su lado sabía que ese domingo tenía la risa asegurada por aquel extraño encuentro que organizó. Las horas comenzaron a pasar lentas esperando tan ‘glorioso’ día. Por fin el domingo llegó, Vero preparó su teléfono móvil para poder obtener unas buenas fotos de tal encuentro.

            La iglesia de los Santos Inocentes no distaba en exceso de su residencia, así que cada domingo iban a ella caminando, aprovechando en verano para tomar un helado y en invierno para juguetear con el vaho que producía su aliento. El párroco, amigo de la familia a fuerza de verse cada semana, los saludó muy efusivamente y dio la enhorabuena a la familia por el cambio que el Altísimo había obrado en Vero, ¡realmente era otra joven!

            La ceremonia para Vero fue igual a las cientos de ceremonias a las que ya había asistido siendo el momento en que decía en párroco aquello de “Podéis ir en paz”, el más deseado desde siempre. Éste llegó y Vero miró su reloj, no había calculado mal, las 12:50 horas. Ahora se despedirían del párroco, intercambiarían unas breves palabras con algún vecino insulso y de nuevo a casa a esperar que la noche cubriera con su velo un día de tedio como tantos otros. Pero ese día no estaba predestinado para que así fuera.

            Sin ninguna prisa, para no llamar la atención de nadie se fue acercando hasta la gran puerta de entrada a la iglesia, salió de ella con sus manos cruzadas en la espalda luciendo una bonita blusa a juego con unos pantalones recorridos por una marcada raya vertical. José Pensado ya estaba en el lugar convenido con su rosa roja en la mano, pero no veía por ningún lado al Führer… ¡El muy cornudo le iba a dar plantón, menos mal que no era a ella a quien se lo iba a dar! Sin saber muy bien porqué miró hacia la izquierda, un corpulento hombre ‘calzando una chupa’ de cuero se acercaba hacia el lugar convenido. ¡Seguro que era él! Así fue.

            El Führer se acercó hasta José Pensado, el cual bajó lentamente la rosa que portaba en alto como la luz de un faro para que se viera bien desde todos los ángulos posibles. El Führer dio un par de vueltas sobre sí mismo llevando sus manos airadamente hasta la cabeza y detuvo su rodar de nuevo ante José Pensado propinándole un fuerte empujón que casi le hizo perder el equilibrio. El joven dentista recobró el mismo e intentó abrirse paso por un lateral del corpulento hombre que tenía ante él, pero un nuevo empujón detuvo su instintiva huida. La situación comenzaba a no ser como Vero lo había planeado.

            Unos gritos que cortaron el aire llamaron la atención de cuantos se encontraban en las proximidades, incluidos los feligreses que aún estaban saliendo de la iglesia. Miraron hacia el foco origen de los gritos, pero tan sólo alcanzaron a ver a un joven enclenque tirado en el suelo mientras que de un corpulento cuerpo surgía un brazo acabado en una pistola que utilizó sin ningún problema para agujerear con una bala del 9 Parabelum la frente del dentista que no pudo hacer nada para defenderse. Vero rompió a llorar desconsoladamente e intentó acudir al lugar del asesinato pero fue detenida por algunos de los fuertes brazos de los feligreses que había junto a ella.

            La única foto que consiguió realizar ese día nunca llegó a ser vista por nadie, ni siquiera por ella, siempre le dio miedo verla.

            Al Führer lo apresaron y a José Pensado lo enterraron, pero nunca nadie se explicó el motivo de tan misterioso asesinato, aunque la verdad residía en un pabellón de un psiquiátrico escondida en la perturbada mente de Vero, pues realmente ella había sido la asesina y Facelook el arma.

* Reichsadler En castellano, águila imperial. Era un águila heráldica utilizada durante el Imperio Alemán y la Alemania Nazi.

            Juan Benito Rodríguez Manzanares

El elixir de la inmortalidad

Relato ganador del II Memorial Raúl Alapont de relatos cortos organizado por la Asociación Cultural, falla ‘El Charco de Catarroja.  2010.

            Pedro era un hombre afortunado, él mismo se consideraba un hombre afortunado, pues desde que se casó con Amparo siempre fueron la pareja más feliz de todo el mundo, ya fuera en los años en que la abundancia los cubría por completo, ya fuera en los momentos en que la incertidumbre de no saber si mañana tendrían para comer les hacía temblar las manos, pues cualquier cosa que les pasara ya fuera buena o mala, siempre pensaron que estaba por debajo de su amor, pues el amor que se profesaban el uno al otro, era lo más bonito que nunca les había pasado, y si un día no comían, al siguiente, si tocaba comer, lo harían con más ganas.

            A los tres años de su matrimonio aunque no era el mejor momento, pues aún les quedaban muchas cosas por pagar y muchos flecos por retocar, pensaron que podría ser un momento muy oportuno para tomar la decisión de tener un hijo, y así lo hicieron pues si no era así nunca lo tendrían, era ahora o nunca. Y sin pensarlo dos veces se pusieron a la faena y, en muy poco tiempo el vientre de Amparo comenzó a hincharse y lo hizo con mucha rapidez, pero no con tanta como lo hizo la ilusión de los padres y las ganas de estos de verle la carita al chiquillo o chiquilla, pues realmente les daba lo mismo lo que fuera, aunque no pasó mucho tiempo cuando en una consulta rutinaria la médica que atendía a Amparo, les consultó si querían saber el sexo de su hijo. Ambos se miraron, pues no se lo habían planteado nunca y no tenían claro si querían saberlo o no.

            – ¿Para qué mujer? Ya lo veremos cuando nazca.

            Amparo no estuvo muy de acuerdo con esa postura y argumentó un rosario de cosas en contra, como el color de la ropa que deberían de comprar, los juguetes que les irían regalando, el nombre que deberían de elegir para él… ¡Eso sí que fue todo un caballo de batalla que supo utilizar de buena manera! El nombre. Buen tema y buena excusa para saber el sexo de la criatura que estaba formándose dentro de ella.

            Pedro miró a la médica, la cual se encontraba a mitad camino entre el aburrimiento y las ganas de acabar con aquella situación, y después miró a su mujer con ternura mientras ésta le ponía ojitos de corderillo. Al final Pedro sucumbió. La médica agradeció tal extremo y con una indiferente voz comunicó a la joven pareja que el hijo que esperaban era un niño.

            – ¡Un chico! –Exclamó Pedro.- Un Pedrito que se hará tan grande y robusto como su padre, y tendrá los ojos azules y perfectos como su madre.

            Las dos mujeres rieron. Pedro no quería saber el sexo de su hijo, pero no le desagradó saber que tendrían un Pedrito. Amparo no se opuso a ese nombre, al fin y al cabo era el nombre de su marido y lo amada con todo su corazón.

            El chiquillo nació sin ningún problema y como todas las cosas que son inevitables, comenzó a crecer de una manera tan rápida y a la misma vez tan lenta, que Amparo y Pedro a veces no sabían cómo tomarse las cosas que iban sucediendo… Esa manita que se mueve buscando no sabe qué, esas pedorretas que escampaban la saliva por todas partes… ¡Esas noches en que no dormían nada y a la mañana siguiente debían de ir a trabajar! ¡Je! Todo era de lo más normal, como también fue muy normal ese primer constipado o esas caquitas de un color que llamó tanto la atención de Amparo que acabaron en el médico para consultar… y que el médico apañó con un remedio casero.

            El tiempo seguía transcurriendo y Pedrito dio sus primeros pasos tocando todo lo que debía y lo que era peor, lo que no debía, haciendo en unos casos mucha gracia, pero en otras ocasiones sacando de quicio a sus sufridos padres, los cuales en más de una ocasión echaron de menos no haber utilizado preservativo. Sin darse cuenta de cómo continuaba pasado el tiempo, llegó el momento en que comenzó a ir al colegio y evidentemente comenzó a estudiar, extremo éste que no se le daba nada mal, es más, era todo lo contrario, comenzó a destacar y a dar buena cuenta de los estudios en los cuales relucía como una moneda nueva, como nunca lo hubieran imaginado sus padres, ya que en su casa no pudieron ayudarle demasiado en esos temas. El nivel básico de los primeros cursos, fue complicándose a medida que los éstos iban sucediéndose, pero Pedrito siempre estaba a la altura que se esperaba de sus estudios. Los sobresalientes y las matrículas se sucedían con mucha frecuencia llenando de orgullo a sus padres, a los que tan sólo les quedó clavada en sus corazones la espinita de no haberle podido dar un hermanito o hermanita, pues la situación económica de la familia nunca había sido muy buena y después de nacer Pedrito jamás se volvieron a plantear la posibilidad de tener otro hijo, pues pensaron que era mejor tener tan sólo un chiquillo y mantenerlo más o menos bien ofreciéndole todo cuanto pudieran.

            Pero no tener hermanos, aunque nunca había negado que le hubiera gustado, no hizo demasiada mella en Pedrito, el cual se relacionaba desde siempre muy bien con todos, pues aparte de ser el número uno dentro del ámbito de sus estudios, se había caracterizado sobre todo en tener un ‘buen saber ser y estar, y en un saber comportarse de maravilla con todos’, cosa que le hizo tener un buen número de amigos y amigas, pero no de esos que cuando te hacen falta nunca están, sino de los buenos, de esos que aunque no les pidas ayuda, siempre están a tu lado para lo que haga falta, ya sea en los momentos de alegría como, sobre todo, cuando más se agradecen los amigos y amigas, en los momentos de tristezas y dolor. ¡Qué bien les hacía a sus padres ver cómo sabía estar con todos y en todos los aspectos!

            De todas maneras, un poco para consolarse a sí mismo, un poco diciendo la verdad sin querer, Pedrito siempre había dicho que los hermanos son compañeros que la familia imponía, pero los amigos que uno mismo elegía, realmente eran los compañeros que uno deseaba tener, pudiendo llegar a ser estos la verdadera familia. Esta manera de pensar a sus padres nunca les hizo demasiada ‘gracia’, pero como tampoco tenía ningún hermano que le fuera a discutir o al que le fuera a doler esas palabras, nunca le había contradicho.

            Los años continuaron pasando entre el sarampión, el cambiar de cromos en el colegio, el primer beso, la primera cerveza, esa primera fiesta que nunca olvidará y la compra de preservativos, hasta llegar a los 22 años, número éste que siempre le había agradado por eso que dicen de él, que son los ‘dos patitos’. En cambio los 18 años, edad que la mayoría de las personas recuerdan toda su vida por marcar la mayoría de edad, para él pasó sin pena ni gloria, seguramente por el motivo de que en su casa siempre le había otorgado el don de poder utilizar su alegre albedrío para hacer las cosas, siempre que éstas estuvieran dentro del marco de lo permisible, y estaba acostumbrado a ser como era y a elegir lo que pensaba que debía de elegir. En este respecto nunca había defraudado a sus padres, los cuales muy a su pesar tuvieron que darle esa libertad de elegir por sí mismo desde muy pequeñito, debiendo aprender a confiar en él y en sus buenas elecciones, pues debido a sus respectivos trabajos, los que les daba de comer, se veían en la necesidad desde siempre, de dejar mucho tiempo sólo a Pedrito, siendo el único abuelo que conoció en vida, uno de sus mejores, de sus únicos compañeros de su infancia y una de las personas que más quería en todo el mundo. Casi más que a sus padres.

            Debido a las buenas notas obtenidas en el instituto, no tuvo ningún problema en estudiar la carrera que más le agradó desde siempre, sicología, en la cual se encontraba como pez en el agua y en la cual, al concluir la misma, obtuvo ‘Matrícula de Honor’, como ya era una constante en sus estudios. Sus padres estaban muy orgullosos de él. ¡Cómo para no estarlo! Es más, siempre que podían cuando se juntaban con unos y otros, ya fueran vecinos, amigos o familiares, siempre que podían sacaban el tema de su hijo y de sus estudios, haciéndolo prevalecer por encima de todos los demás temas para poder decir, “Pues mi hijo fue el número uno de su promoción”, o, “Las grandes empresas se lo están rifando para que trabaje con ellos”, o, “Cada uno hace lo que puede, ya verás como tu hijo también llegará a lo más alto como lo ha hecho el mío”… Y todas esas frases que los padres siempre tenemos en la boca esperando el momento oportuno, y a veces no tan oportuno, para poder escampar a los cuatro vientos todas las excelencias de nuestros hijos, más aún cuando era de sentido común hacerlo y un tanto tonto no hacerlo.

Pero un poco a causa de las películas y documentales, un poco a causa de lo vivido en su juventud, un poco a causa de sus estudios y los mismos compañeros, los cuales a veces parecían más bien unos pensadores que unos estudiantes, una cuestión que algunos tachaban de metafísica avanzada, más que nada porque no tenían un criterio definido ante el tema, comenzó a carcomerle las entrañas a Pedrito, iniciándose éste pesar un día cualquiera después de la muerte de su querido abuelo, del amigo de su infancia, guarda y custodio de muchos de sus sueños y de sus más profundos secretos. Los dos, abuelo y nieto estuvieron muy unidos desde siempre, llegando en ocasiones a poder ser cómplices el uno del otro tan sólo con una pícara mirada. El abuelo le había contado todas las batallitas que tenía en su haber y alguna que otra que se hubo sacado de la manga, constituyendo un buen capazo de mentiras piadosas ejemplificadoras de los temas más diversos y que su nieto se había ‘tragado’ sin ningún problema, pues su abuelo siempre había sido para él como una meta a conseguir, como la persona que de mayor li gustaría ser… puede ser que aún más que su propio padre. Pedrito había contado a su abuelo todo cuanto siempre había hecho, ¡sabía éste todo lo que ocurrió el día que Pedrito le dio el primer beso a Mary mejor que si hubiera estado presente!, podía su abuelo decir que sabía cómo era esa chiquilla, física y mentalmente tan a fondo como si la hubiera conocido. Abuelo y nieto hicieron un tándem tan bueno que pensó Pedrito que jamás se rompería, pero quiso la mala fortuna que un mal día de un invierno que nunca olvidaría, su abuelo se acostara una noche de extremo frío y jamás despertara de ese sueño.

            Pedrito se quedó huérfano de su gran amigo. Los siguientes meses, los siguientes años, fue con sus padres al cementerio a poner flores en la lápida de su abuelo, una lápida muy pobre pero que para él era la mejor de todas, pues servía de tapa y guarda de los restos mortales de su abuelo. El tiempo siguió pasando y poco a poco comenzaron a espaciarse más las visitas al cementerio, hasta que un día sus padres mientras cenaban plantearon la posibilidad de que, sería buena idea ponerle al abuelo flores de plástico, pues las naturales tenían un precio que no podían seguir manteniendo su compra, y al fin y al cabo, al abuelo esas flores ya no les hacen falta para nada. La noticia no le gustó mucho a Pedrito, pero tampoco podía hacer nada en contra, él aún no trabajaba y el dinero que entraba en su casa era fruto del esfuerzo de sus padres y en muchas ocasiones ni siquiera llegaba a fin de mes, así que comprendió la situación y las visitas a ver la lápida de su abuelo cesaron en poco tiempo.

            Poco a poco las conversaciones en las que aparecía su abuelo fueron quedando en el olvido, siendo sustituidas éstas por otras más acondicionadas a las nuevas situaciones que iban planteándose en torno a la familia, a los amigos, a los estudios, al trabajo… cosa por otro lado muy lógica pues la vida sigue adelante y no nos hemos de quedar colgados en el pasado, ¡aunque a veces no podía dejar de recordar a su abuelo con mucha tristeza!

            Así que la cuestión metafísica que un día asaltó su mente, creció dentro de él como si fuera una enredadera, y siempre que intentaba planteárselo a alguien era tachado de ‘bicho raro’, pues el tema de la inmortalidad que le carcomía por dentro, el de ese elixir tan soñado a veces y tan menospreciado otras, el elixir de la inmortalidad, era un tema muy lejano y extraño para la mayoría de las personas que tienen muy asumido que nacemos, crecemos y morimos sin tener otro remedio. Pero igual, pensaba a veces, que a las personas que les había planteado la cuestión, no serían las más adecuadas. Tan sólo un pequeño grupito muy reducido, constituido por su novia, José, su más íntimo amigo y Ángeles, la novia de éste, le hacían todo el caso que se merecía y él esperaba, aunque no siempre compartían las misma opiniones, pero igual eso no tenía demasiada importancia.

            Tras unos duros meses, aprobó unas oposiciones con gran esfuerzo y como recompensa, ‘ganó el premio’ de ser contratado en la Universidad como maestro en la misma carrera que él había estudiado años atrás y en la cual había obtenido un doctorado, constituyéndose en una verdadera autoridad. ¡Estaba hecho todo un sicólogo!

            Comenzó a dar clases a la vez que se introdujo en un grupo de trabajo de la Asociación Quásar, que se caracterizaba por debatir opiniones e ideas de lo más diversas, siendo conocido por ser uno de los grupos más activos en el campo de la sicología, siquiatría y enfermedades afines. Dentro de ese grupo encontró un gran medio de comunicación para poder comentar sus ideas y teorías sobre el tema que lo martilleaba desde muchos años atrás. En un principio sus intervenciones, charlas y ponencias ni fueron demasiado agradecidas ni compartidas, pero no tardó demasiado tiempo en hacerse un círculo de amigos que compartían más o menos una inquietud parecida, y por fin encontró el apoyo que siempre había soñado. Cada uno planteaba unos retos o aportaba los conocimientos adquiridos en diversos congresos o estudios y en alguna ocasión más rara, no faltaba quien aportaba elementos de estudio basados en sus propias experiencias. Sus conocimientos comenzaron a llevarlo por caminos que nunca hubiera imaginado… Pero lo cierto era que el tiempo pasaba y que ese elixir de la inmortalidad seguía siendo una cosa tan lejana, etérea y misteriosa como en un principio, pero, eso sí, por lo menos ahora podía debatir su existencia, una existencia que nadie había comprobado aunque algunos intuían.

            Dentro de la Universidad, su fama de buen maestro, estudioso de su campo y teorizador, comenzaba a tener un eco que hacía que su fama fuera siempre por delante de él mismo, ¡y la verdad era que eso no le desagradaba!, pues no eran pocas las ocasiones en que su fama le preparaba un camino que le hacía más fácil acceder a ciertos lugares.

            Como suele pasar, llegó un día en que su novia, un poquito cansada de esperar ese día en que Pedrito le planteara la posibilidad de casarse, fue ella quien aprovechando una romántica cena de San Valentín, le rogó que se casara con ella. A Pedrito le dio una gran vergüenza que hubiera sido ella quien se lo pidiera a él y no al revés como seguramente hubiera esperado su novia, pero el mal ya estaba hecho y no lo podía reparar, así que hizo lo único que en esa situación podía hacer para no meter más la pata de lo que ya lo había hecho.

            – ¡Sí! Acepto. Me casaré contigo, si estás dispuesta a ser la mujer de un hombre tan despistado y egoísta como yo, que ni siquiera sabe comportarse contigo.

            Ambos sonrieron y un gran beso selló un amor que ya los unía desde muchos años atrás, abriendo el futuro a una boda muy esperada por todos Cuando se lo participaron a sus padres y amigos, ninguno daba crédito a lo que estaban escuchando, pero a todos les agradó muchísimo y esperaron el día con ganas.

            La boda fue multitudinaria y tan maravillosa y espectacular como las que se veían en la televisión, para algo tenían muchos amigos y amigas. La alegría lo desbordaba todo. Chistes, tarta, bailes, el amigo borracho haciendo tonterías, las madres llorando y esa parejita jovencita que se escapa a la puerta del local para darse un par de besitos… toda la boda transcurrió amena y en los márgenes de la normal alegría. Cuando acabó la boda comenzaron el viaje de novios por tierras valencianas, el cual estaba siendo tan impresionante y descubriendo tantas cosas nuevas y buenas, como si hubieran ido al extranjero… ¡Cuántas veces vamos fuera de nuestra patria a ver no sabemos qué exactamente, sin haber visto primero lo que tenemos más cerca de nosotros! Las playas de San Juan, La Pobla de Farnals y Benicasim tomaron buena nota de toda la felicidad de un viaje que siempre es irrepetible y al cual supieron sacarle todo el jugo que pudieron.

            A los veinte días volvieron a sus quehaceres habituales mientras contaban todo lo que habían visto, comido y hecho, pero quiso la mala fortuna que nada más volver de ese inolvidable viaje le esperara una muy mala noticia que mandaría al garete toda la alegría que rebosaban. Su padre a los dos días de su llegada de nuevo a casa, tuvo un grave accidente en el trabajo y se quedó en coma durante varias semanas, coma del cual nunca se recuperó muriendo sin haberse despedido de su esposa o de él mismo. A pesar de no tener diez años, la muerte de su padre volvió a marcarlo de nuevo igual que lo hiciera la muerte de su abuelo. Durante unos días, más bien unas semanas, una tristeza inmensa inundó su corazón y su alma, hasta que gracias a su mujer pudo salir de esa situación, pero aún así, siempre lo acompañó durante todo el resto de su vida, haciendo que esa búsqueda infructuosa hasta el momento de ese elixir de la inmortalidad, volviera a cobrar renovadas energías dentro de él y con más fuerza que nunca.

            Al igual que le pasara con su abuelo, las visitas dominicales a la lápida de su padre y con los ojos húmedos, comenzaron a hacerse cada vez más de tarde en tarde pues debía de estar con su mujer, con sus amigos, con su madre a la cual le hacía más falta que nunca… y, ¡cómo no!, debía de estar junto a su hijo, el cual le nació a los diez meses de casarse y que requería de todas sus caricias. Muy a pesar suyo, pensaba que los momentos que tenía para estar junto a su hijo, no debía de pasarlos en el cementerio. Mientras, sin darse cuenta, los ojos no se le humedecían con tanta facilidad cuando hablaba de su padre y su recuerdo se iba diluyendo en las nubes de un pasado reciente, pero que cada vez comenzaba a ser más difuso. Así que sin querer, pero muy conscientemente, comenzó a cambiar el cementerio por los parques y jardines, pasando a un segundo plano las personas que vivas habían constituido la base de toda su vida, pues aunque estaban ahí, tenía otras cosas en qué pensar y otras personas a las que ofrecer toda o gran parte de su atención.

            Su vida tomó un camino que nunca debió de haber abandonado, y volvió de nuevo a ser un miembro muy activo del grupo de trabajo del la Asociación Quásar como siempre lo había sido y, a impartir clases como siempre y con más ánimo que nunca.

            Su hijo iba creciendo, pero Agustín, pues así lo llamaron por romper la inercia del nombre, ya que a él le hubiera tocado ser Pedritín o Pedritito y eso ya hubiera sido demasiado diminutivo, no presentaba esa predisposición a la sicología, a la siquiatría, ni a la enseñanza. Aunque no tenía nada en contra de ella, siempre se mostró más predispuesto para los deportes y desde muy pequeño destacó muchísimo como futbolista. A sus padres, más concretamente a su padre, le hubiera gustado más que continuara en la línea de estudio y trabajo que inició él, pero reconocía que cada uno era como era y como debía de ser, así que respetaba el interés de su hijo por el fútbol, aunque a él nunca le había gustado ese deporte, ni siquiera de chiquillo.

            Los años seguían pasando y casi a punto de acabar el curso escolar que estaba en marcha, formuló una teoría en el grupo de trabajo de la Asociación Quásar que fue muy bien recibida. Ésta trataba sobre el poder que tiene la sicología sobre la química orgánica en la evolución de las especies y su influencia sobre el envejecimiento de las personas con el paso del tiempo, pues sin saber cómo, en un momento de sus estudios creyó llegar al convencimiento de que realmente podría ser la mente quien tuviera el poder sobre la materia. La teoría fue aplaudida por todo el grupo de trabajo y enviada a la más prestigiosa revista científica, la cual la publicó en el siguiente número en un lugar destacado del mismo, pues era muy brillante e innovadora y sobre todo, arrojaba luz o, por lo menos arrojaba una nueva perspectiva sobre el ¿por qué? Las personas nos vamos deteriorando y, no es que eso fuera lo que más le importaba a Pedrito, pues eso tan sólo era el camino hacia el olvido, ya que tenía muy claro que el envejecimiento llevaba a la muerte y ésta al olvido… Y ese era el gran pesar de su vida, cargar con esa piedra que era descubrir y conocer el elixir de la inmortalidad que haría que tanto él como todos, viviéramos para siempre. ¡Una utopía que él se negaba a admitir como tal!

            De golpe y de repente se encontró dando una conferencia aquí y otra allá exponiendo sus teorías, siempre acompañado de su mujer, la cual estaba muy orgullosa de él, y en no pocas ocasiones también los acompañaba su hijo, siempre que sus obligaciones le permitían acudir a las conferencias de su padre que aunque alejándose de sus quehaceres deportivos, siempre encontraba muy interesantes.

            La teoría fue estudiada por los más insignes e importantes sicólogos, físicos y otros doctores en múltiples materias y sucedió que dos años después de formulara, le convidaron a escribir un ensayo para ilustrarla y que ésta pudiera llegar a todos los científicos y seguidores de éstos temas. Y así lo hizo, aunque el ensayo se hizo más grande y más grueso de lo que todos esperaban y sin darse cuenta de cómo o de qué manera, acabó siendo un gran y erudito libro de consulta con multitud de diagramas, estadísticas, imágenes y tantas y tan buenas explicaciones que cualquier persona que leyera ese libro, aunque no fuera entendida en el tema, cuando acabara de leerlo seguro que tenía muy claro lo que en él se explicaba. El libro fue editado a bombo y platillo y con un enorme revuelo en la comunidad científica. Fue traducido a más de treinta idiomas y se contaban por decenas los libros que iban apareciendo apoyando o contradiciendo las teorías expuestas en él. La fama de Pedrito, el cual en algunos círculos comenzó a llamarse Pedro muy a su pesar, se hizo tan grande que en los ámbitos más afines a él y a sus investigaciones no había ninguna persona que no lo conociera y, para las demás personas del mundo también comenzaba a ser una persona que aunque no supieran muy bien por qué, ¡era una persona relevante y digna de tener en cuenta! Publicaba libros, aparecía en prensa, radio y televisión y eso era lo que siempre es motivo de ‘relevancia’.

            La Universidad en la que estuvo impartiendo clase durante muchos años, inauguró una nueva aula destinada al estudio de los trastornos del sueño, concediéndole una cátedra en ese campo, y solicitando su permiso para ponerle su nombre al Aula de Estudio, ¡que honor! Acudió a su inauguración ya como catedrático y, en ella dijo unas palabras que estuvieron al más alto nivel de los más conocidos y reconocidos oradores de la historia de la humanidad, siendo sus palabras recogidas en un pequeño libro que llamaron, “De cómo el Aula de Estudio ‘Pedrito’, fue inaugurada por él mismo”, el cual fue ilustrado con numerosas fotografías e intervenciones de diversas personalidades de todos los campos y ámbitos.

            De otro lado, el tiempo de universidad de su hijo pasó casi sin darse cuenta nadie, pues los éxitos de su padre a menudo eclipsaban todos los éxitos del resto de la familia. Agustín y se convirtió en el entrenador deportivo del equipo regional de fútbol más puntero en su comunidad, lo cual era un buen inicio en su carrera.

            Por otro lado, su mujer, siempre en un segundo plano pero muy atenta a todo cuanto pasaba ante ella, seguía acompañando a Pedrito a todos los actos donde él era la estrella, los cuales también eran cada vez más y más importantes.

            Bastantes años más tarde, un segundo libro siguió a ese primer libro donde explicaba la teoría de su vida, comentando algunos de los viajes que realizó alrededor del mundo en busca de más conocimientos y alguna que otra explicación científica o no, sobre el tema central de su vida y que lo estaba martilleando desde jovencito… pero a pesar de eso y de todas sus investigaciones… seguía envejeciendo y alejándose peligrosamente de las propuestas que él mismo divulgaba en sus libros. Cada vez que se miraba a un espejo comprobaba la enorme distancia que separaban sus teorías y estudios de la cruel realidad. Una arruga más en la cara, la mano que sin querer y muy a su pesar comenzaba a tener vida propia moviéndose sin que él se lo pidiera, los ojos que no llegaban a ver nítidamente aquello que tenían ante ellos, los huesos que… comenzaba a saber dónde estaban cada uno de ellos incluyendo su longitud y grosor… ¡Ay madre! La inmortalidad que no estaba de su lado, es más, cada vez se sentía más lejos de ella. Pero aún así seguía pensando que algún día encontraría el soñado elixir.

            Algunas de las personas del grupo de trabajo al que siempre perteneció desde que se unió a él en la universidad, ya habían muerto, dejando ‘vacios de amistad’ que nunca pudo cubrir con nadie. Otros, como él mismo, habían envejecido enormemente, cumpliendo a raja-tabla las normas de la especie humana y por extensión, las normas y leyes de todas las especies animales, y en cierta manera las normas y leyes que rigen todo en esta vida.

            Un tercer libro recogió multitud de nuevas conclusiones en sus estudios y en su campo de trabajo, pero a diferencia de los dos primeros, éste no hablaba de la inmortalidad, sino de los comportamientos de las personas aferradas a una utopía. En cierta manera era un tanto autobiográfico, pues aunque nunca perdió la esperanza de encontrar ese elixir que lo acompañó en espíritu toda su vida, era conocedor de que a su edad, encontrarlo le iba a ser ya bastante difícil.

            Ese verano, en un día en que el sol pegaba con tanta fuerza que incluso hacía daño, los viejos miembros del grupo de trabajo de la Asociación Quásar que aún quedaban vivos y con fuerza para poder viajar, acudieron a la llamada de Pedrito como un perro acude a la llamada de su amo… bien todos no, pues nada más reunirse echaron en falta a Pablo, el cual estaba unido a una máquina que lo mantenía en vida mecánicamente ya siete meses atrás. Alrededor de una mesa y ante unas copas de buen vino de Requena, charraron de sus trabajos, de sus investigaciones y de sus conclusiones, como si se hubieran visto ayer mismo, como no hubiera podido ser de otra manera. El vaivén de la resaca del mar ponía un punto discordante entre todo aquel maremágnum de teorías y explicaciones que a la mayoría de los mortales se nos escaparían su razonamiento y entendimiento.

            Las mujeres, un tanto pícaras y vistiendo unas bonitas ropas que lucían como si fueran quinceañeras, en una mesa junto a los hombres y también ante unas buenas copas de mistela, charraban de sus cosas y en algunas ocasiones, no pocas, de los traumas que las investigaciones de sus maridos, que en ocasiones les habían llevado a caer en unas buenas depresiones. Pero los amaban muchísimo.

            Pedrito se explicó ante sus compañeros y les comentó el por qué de convocar y organizar esa reunión de una manera tan inusual, advirtiéndoles casi en voz baja, casi en secreto, que era para darles un dosier, el cual contenía un amplio resumen de todas sus investigaciones con respecto al tan soñado elixir de la inmortalidad, y que no estaban reflejados en ninguno de sus artículos, conferencias, libros… ya que a espaldas de la comunidad científica y prácticamente de todo el mundo, exceptuando a su mujer que siempre le acompañaba a todos los lugares, pues era su amiga y confidente, había viajado a países donde un buen número de médicos más o menos doctorados, brujos y brujas, curanderos y curanderas y todo tipo de personas más o menos relacionadas con el tema que pudieran ofrecerle un rayito de luz o esperanza, para aclarar la cuestión que siempre le había comido las entrañas desde su niñez. Obteniendo unos resultados y unas informaciones que pensó que este era el momento más oprtuno de compartirlas con ellos.

            Solicitó a sus compañeros del grupo de trabajo que leyeran tranquilamente el dosier o al menos que lo hojearan por encima, mientras él iba a la mesa donde estaban las mujeres a decirles alguna cosilla pícara con la que hacerlas reír un poquillo y reírse él mismo, ¡que falta le hacía!, y así fue. Apenas pasaron veinte minutos cuando llamaron su atención sus compañeros, los cuales no tardaron nada en expresar sus opiniones. Prácticamente todos contradijeron lo que el dosier recogía, pues la mayoría de los miembros del grupo pensaban que ese elixir de la inmortalidad era, si no una mentira, sí una historia muy cercana de ser más una leyenda que otra cosa, ya que no pensaban que pudiera existir un elixir o cualquier otra cosa que pudiera invertir el normal desarrollo y avance de la vida, de la existencia humana y de las propias leyes físicas que tanto tiempo habían estudiado, comentado y discutido.

            Pedrito muy tranquilo y sin alzar la voz en absoluto, les juró y perjuró que en una isla próxima a Haití, encontró una mujer que había hecho unas pruebas con un brebaje hecho a base de hierbas y unos ingredientes que nunca le reveló y que guardaba celosamente como si le fuera la vida en ello, hizo que un caballo que estaba muriéndose de viejo, retornara a tener una vitalidad que le hizo tener empuje durante varios días, ¡cómo si le hubiera quitado cinco años de encima!, y eso se adelantó a jurar que lo había visto con sus propios ojos, que nadie se lo había contado. Los compañeros se quedaron muy extrañados y sorprendidos pues no se esperaban el camino que había tomado la conversación de esa tarde. El vino de nuevo regó casi todas las gargantas. El presidente del grupo de trabajo, preguntó a Pedrito si pensaba probar en sus propias carnes ese brebaje… o, si ya lo había probado, pero Pedrito ante el silencio de cuantos estaban alrededor de la mesa, se rió bastante socarronamente y compartió con ellos que sí que lo intentó cuando estuvo cara a cara con esa mujer en Haití, pero ésta no le dejó hacerlo, pues, y ésta era la segunda noticia que quería comunicar a sus compañeros, tenía un cáncer bastante avanzado con metástasis en muchos lugares de su cuerpo y, ningún médico de los que había consultado le daban más de dos meses de vida, algunos incluso mucho menos tiempo. Era por ello que les hacía entrega de ese dosier, el cual recogía un extenso resumen de todas sus actividades en busca de ese elixir de la inmortalidad que tan de cabeza lo había llevado toda la vida. Además, metió su mano en un bolsillo y sacó de él una llavecita muy reluciente y diminuta que puso sobre la mesa, advirtiendo que esa llave guardaba todo el material completo que durante toda su vida había recopilado con respecto a sus investigaciones en todos los ámbitos, sociales, políticos, religiosos y culturales, y que una vez hubiera muerto, se los dejaba como herencia por si querían hacer uso de ellos para alguna cosa, o incluso ir a Haití si deseaban continuar con sus investigaciones… pero les rogó que si no fuera así, lo destruyeran todo y para siempre en una pira purificadora. Todos se quedaron de piedra y sin saber bien qué decir. Tan sólo uno de ellos acabó su copa de vino de un trago y asustado lo miró a la cara buscando sus ojos.

            Los días pasaban cada vez más despacio, cada vez le costaba más levantarse de la cama para dar el paseo de media mañana que le había recomendado el médico, cada vez le costaba más incluso respirar. No pasaron dos meses, sino tan sólo dos semanas y ya hacía dos días que no se levantaba de la cama, apenas hablaba y respiraba con tanta dificultad que fatigaba incluso escuchar su esfuerzo para hacerlo. Su mujer llamó a sus compañeros y amigos y éstos acudieron con extrema rapidez. En un suspiro la casa que Pedrito tenía a la orilla del mar, se llenó de personas y personalidades que vinieron a verlo aún en vida, aunque tan sólo los más íntimos se quedaron a hacer compañía a la familia mientras esperaban el momento del óbito. Sin saber cómo, los medios de comunicación también acudieron, nadie se lo había comunicado ni los habían llamado, pero estaban ahí. Todos cubrían la noticia dando todo tipo de referencias a la vida y obra de Pedrito, sus inicios, su vida pública y algunas pinceladas de la vida NO pública, sus estudios e investigaciones, los viajes conocidos y algún que otro no tan conocido que también se había filtrado… hasta que una triste madrugada siendo las 04:19 horas, el corazón de Pedrito se detuvo para no volver a bombear sangre jamás. Su mujer lloró sin consuelo entre los fuertes brazos de su hijo y al abrigo de todos los presentes, los cuales en el más profundo de los respetos, presentaron sus más sinceras condolencias a la reciente viuda…

            El implacable paso del tiempo, amontonaba un día sobre otro hundiendo el anterior, y los días daban paso a las semanas y éstas a los meses, pero el nombre de Pedrito seguía en boca de todos y más vivo que nunca. A los dos meses de morir, desde la universidad a la cual le había entregado muchos años de su vida, le concedieron la Medalla al Mérito Académico a título póstumo. El municipio donde nació, rotuló una calle con su nombre. El gobierno autonómico a instancias de la Asociación Quásar y del grupo de trabajo al cual había pertenecido toda su vida, instauró el Premio ‘Pedrito’ de Investigación, con carácter anual y con una fuerte dotación económica para el ganador. El nombre de Pedrito pasó a formar parte de enciclopedias y libros de texto, siendo uno de los puntos de referencia en el ámbito de los estudios sicológicos y afines.

            El día de su nacimiento fue el elegido para otorgar los Premios ‘Pedrito’ de Investigación, ¡qué mejor día que ese!, y en la primera de sus convocatorias, su esposa, una mujer con muchos años de experiencia en el campo de los actos sociales y públicos, por haber acompañado siempre a su marido, fue convidada a leer el discurso inaugural de la ceremonia de entrega de los premios. Evidentemente, aceptó, no hubiera podido ser de otra manera.

            Con un traje negro, discreto pro muy elegante, elegido con gracia y maestría, acudió al acto acompañada de su hijo y la mujer de éste. Se sentaron en la mesa que tenían preparada para ellos y algunas otras personalidades y cenaron con tranquilidad y buena conversación, en la cual cada dos frases estaba presente Pedrito. Cuando acabó la cena, el maestro de ceremonias tomó la palabra y tras unas pocas frases de ánimo a la familia y recuerdo para ese gran marido, padre, científico y estudioso que siempre había sido Pedrito, su mujer fue llamada a la tribuna de oradores para que inaugurara oficialmente el acto. Ésta muy despacio, pues las piernas ya no le requerían ir con prisas, y entre un gran estrépito de aplausos que la acompañaron todo el trayecto, no muy largo pero sí muy emotivo, llegó al fin a la tribuna. El maestro de ceremonias la acompañó los últimos metros y le dedicó unas sentidas palabras, y tras ellas le cedió la misma.

            La mujer miró de frente, a ambos lados y a todo su alrededor. ¡Madre mía! Nunca se hubiera imaginado que hablar en público fuera así… el corazón se le aceleró sin querer, pero apenas comenzó a hablar, toda ella volvió a la normalidad, o casi.

            – Amigos y amigas hoy congregados aquí para acompañar y apoyar la inauguración de este, I Premio ‘Pedrito’ de Investigación, muchas gracias a todos y a todas y… -los ojos se le humedecieron y brotaron de ellos unas diminutas lágrimas que no quiso detener.- Es un placer y un honor, inaugurar este acto… y… vais a perdonar que mi fluidez de palabra no sea como era la de mi esposo, el cual a estas alturas ya os habría contado una par de anécdotas. Yo tan sólo quería haceros partícipes del hecho de que en vida, Pedrito, siempre ha contado con los mejores amigos y compañeros que cualquier persona pudiera desear, ha sido muy querido por todo el mundo y eso se notaba en la cara de felicidad que siempre lucía y que siempre nos regalaba a todos hasta el mismo momento en que murió. Pero tras su muerte, su nombre y su imagen, deberían de haber caminado el camino del olvido y paulatinamente pasar a un estado en el que poco a poco, todos los que le hemos conocido nos olvidáramos de él, pero muy al contrario de eso la trayectoria que su recuerdo ha seguido es como si desde que murió, su nombre y su imagen, hubiera cobrado más importancia de la que tuvo en vida. Medallas, reconocimientos, galardones, premios… ¡Nunca hubiera pensado esto! Todo lo que está ocurriendo es como si fuera un sueño, un maravilloso sueño del cual… no me agradaría despertar. –Sonrió.- Pero hay una cuestión, un tema que quien lo conoció más de cerca, sabe que siempre le martilleó la cabeza y el cerebro. –En la sala se oyó un pequeño murmullo.- Sí. Exactamente, el elixir de la inmortalidad. Pedrito hizo en vida todo cuanto pudo para encontrar ese elixir de la inmortalidad que le hubiera evitado el paso de morir, pero como habréis podido imaginar, no lo encontró… pero… -sonrió levemente- no lo encontró porque no supo buscar donde debía de haberlo hecho, y si aún viviera y hoy estuviera aquí, se daría cuenta de que realmente ese elixir de la inmortalidad, siempre lo ha tenido ante él, pero nunca lo llegó a ver. Ese elixir de la inmortalidad, amigos y amigas… ¡Sois vosotros y vosotras! Sí, amigos y amigas. ¡Vosotros y vosotras! Las leyes de la vida, de la física, no se pueden cambiar, pero una de las primeras cosas que aprendemos todos en nuestras vidas, es a relacionarnos los unos con los otros… ¡Eso es un hecho del cual no se puede dudar ni poner en tela de juicio! Y sabiendo eso y dándolo como bueno, mientras haya una persona que sepa su nombre, mientras haya una persona que se acuerde de él, Pedrito nunca morirá pues su recuerdo siempre estará entre nosotros. El elixir de la inmortalidad, es el recuerdo que nosotros y nosotras tengamos de una persona, y ese recuerdo lo materializa siempre los amigos y toda la sociedad presente y futura. Pedrito, amigos y amigas, al final ha conseguido su propósito, pues gracias a todos vosotros, a todos sus amigos y a todos los que ahora y en futuras generaciones lo recordarán… ¡Ya es inmortal!

            En memoria de todas las personas que han conseguido instalarse en el recuerdo de sus amigos y compañeros, y en el de todas las personas que los querían y respetaban, pues para todos los ámbitos de la vida se han convertido en, ¡inmortales!

            Juan Benito Rodríguez Manzanares

Es escritor, ensayista, articulista, dramaturgo, poeta creador de la Rima Jotabé, su concurso y congreso. Codificador de la lengua artificial Valjove.
 
Profesor de lengua valenciana por Lo Rat Penat.
Académico de número de la Academia Bizantina de la Historia.
Académico de la Academia de Luminiscência Brasileira.
Académico de Honor de la AICTEH
Maestre Almoiner Mayor de la Real Orden Poético-Literaria Juan Benito.
 
Ha publicado treinta obras entre poemarios, novelas, ensayos, relatos cortos, e incluso un libro de texto. Ha participado en numerosas obras colectivas.
 
Estrena seis obras de teatro.
 
Obtiene cuarenta y nueve premios, destacando:
El premio Eros y Tánatos de teatro concedido por la Universidad Politécnica de Valencia
Dos veces el premio Adlert de Novela en los Juegos Florales de Valencia
Dos veces el premio de Investigación sobre la lengua valenciana otorgado por Cardona y Vives de Castellón.
 
Ha escrito cerca de 400 artículos entre ellos, culturales, sociales, políticos.
 
Ha participado en innumerables congresos en los que ha aportado una ponencia y en numerosos recitales de todo tipo.
 
Pertenece a algunas prestigiosas entidades a nivel mundial como:
Insigne Capítulo de Caballeros de la Limosna de San Jorge del Centenar de la Ploma
Sociedad de Heráldica Africana
Real Orden de la Estrella de Oceanía de la Casa Real de Kamakahelei
Muy Honorable Orden del Omukama Chwa II. Kabalega del Reino Bunyoro-Kitara
Society of American Armigiers
Soberana Orden Imperial Bizantina de Constantino El Grande
 
Le han concedido algunas de las grandes condecoraciones y medallas a nivel mundial, como
Medalla de Oro Europea otorgada por la Agrupación Española de Fomento Europeo
Gran Cruz de la Real Orden de Kapi’olani, otorgada por la Casa Real de Kamakahelei
Medalla Internacional Antorcha Dorada por la Paz otorgada por el Centro UNESCO para la formación en Derechos Humanos, Ciudadanía Mundial y Cultura de Paz
Llaves de la ciudad de Quilanga de Ecuador.
 
Mantiene buenas y estrechas relaciones con los reinos ugandeses:
Bunyoro Kitara y Ankore,
 
Con la Casa Real de Kamakahelei de Hawái,y con el Clan Real Abahinda del reino de Ankore.

Facelook

Ganador del concurso de Relatos cortos organizado por la editorial Kit-book
2010

El elixir de la inmortalidad

Relato ganador del II Memorial Raúl Alapont de relatos cortos organizado por la Asociación Cultural, falla ‘El Charco de Catarroja
2010

[wp_ad_camp_1]

Pin It on Pinterest

Comparte esto

Podría ser útil para tus amigos