Pedro Aznar

Autor: Maximiliano Curcio

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Las múltiples caras de un incansable creador, acuñando las influencias Beatles, amando la música del Brasil o convirtiéndose en un excelso defensor y referente de nuestro folclore. Primero, fue un prodigio adolescente cuya maestría y virtuosismo no conoció competencia en nuestro plano nacional.


Después, dotando de belleza armonías sonoras que conformaron la identidad de grupos como Serú Girán o Pat Metheny, Pedro dio muestras de su versatilidad; también haciendo lo propio con las películas de Eliseo Subiela. Luego, dejó escuchar su excelsa voz y transitó el camino de una carrera en solitario sumamente prolífica, acompañada por una conducta de trabajo intachable y un grado de perfeccionismo infrecuente. Su eminente ejecución nos hace concebir al bajo como una extensión de su cuerpo.


Eludiendo la masividad consumista y los extremismos arcaicos que arrastran la pertenencia a determinado género musical, Aznar se despojaba de la incómoda etiqueta anclada en el ‘músico precoz, intelectual y prodigio’ para consolidarse como un artista en plena madurez y expansión. Versátil, fusionaba el rock con el folclore, versionaba al cancionero latino y rendía homenaje a sus influencias anglosajonas. De cara a una década que lo tendría como destacado protagonista dentro de nuestro rock nacional, su obra exhibía las características que, de modo inconfundible, pueden rastrearse a lo largo de más de cuarenta años de trayectoria: un detallismo obsesivo en la arquitectura sonora y en la perfeccionista ejecución de sus canciones, así como una sutileza y profundidad palpables en una lírica con altísimo vuelo poético, destinada a paladares selectos.

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